TL;DR
Aprender un idioma no es lo mismo que aprender a traducir. Fijate bien cuáles son tus objetivos, y utilizá las herramientas que más te acerquen a él. La manera de aprender es hacer, cuidado con las herramientas que lo hacen por vos.
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As you walk?
Hace un tiempo una colega recibió un mensaje de un alumno interesado, después de mucho tiempo, por rendir su materia. Para romper el hielo, le escribió> «Hi, Nancy, as you walk?»
Nancy, como todos los que escuchamos la anécdota, tardó unos segundos en comprender. Después se rió, como hacemos todos. Facepalm. Este joven había pasado por un traductor, para asegurarse, tal vez, que estuviera todo en orden. Puso «como andas» en el traductor (ni siquiera usó tildes en castellano), y la máquina le devolvió, lógicamente «as you walk». La traducción es pobre, pero en contexto, entendible.
Más allá de lo gracioso del asunto, y de la buena —y fallida— intención del muchacho, es interesante ver que esto es un ejemplo extremo de algo que es muy común, y a veces peligroso, o dañino. Si algo similar sucediera en un ámbito profesional, las consecuencias podrían ser catastróficas.
La intención no es demonizar a los traductores o herramientas bilingües, sino entender qué son y para qué sirven, y qué no son y para qué no sirven.
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¿Qué son, y para qué sirven?
Los traductores online y (en cierto modo, con diferencias pero en la misma escala) los diccionarios bilingües son herramientas que intentan resolver el problema de aquellas personas que tienen un material en un idioma, y quieren tenerlo en otro. No más.
Para entender el asunto puede ser útil un simple ejemplo: supongamos que recibimos una carta en sueco, y no hablamos sueco. Necesitamos entender qué dice la carta. Fenómeno, lo pasamos por un traductor, y en dos minutos entendimos —seguramente— la idea de la carta. Supongamos que nos invitan a una cena en la embajada de Suecia, para conocer un poco más de la cultura, y es condición necesaria tener al menos un nivel A2 de sueco. Redactamos una respuesta breve en castellano indicando que no podremos asistir, la pasamos por el traductor, y la enviamos. Genial, todo un éxito.
El objetivo era comunicarnos, y lo hicimos. De manera rápida y eficaz, genial. Pero no aprendimos sueco. Y no aprenderíamos casi nada de sueco (por fuera de unas pocas expresiones o palabras) si nos limitáramos a traducir textos o palabras.
¿Qué no son, y para qué no sirven?
No son herramientas pensadas para enseñar un idioma, ni para hacer pensar demasiado al usuario, ni pensadas para hacer mucho más que lo que intentan hacer: pasar de un idioma a otro.
De hecho, en muchos casos como el que citamos, ni siquiera se les puede pedir que hagan muy bien su trabajo, porque hay limitaciones obvias; pero esto no suele ser un problema, porque quienes usan estas herramientas suelen entender que el resultado no va a ser el mejor o más preciso, sino simplemente un puente útil.
No son herramientas que puedan enseñarte mucho, tampoco, porque no te piden nada, el trabajo lo hace la herramienta, no el usuario. De ahí el atractivo, por supuesto, porque la ley del menor esfuerzo, obviamente.
No es que sean malas herramientas, es que hay que entender qué intentar hacer y qué pueden hacer, y que en general no están en la línea de aprender un idioma. Poco sueco podría nadie esperar aprender traduciendo textos con un traductor.
La excepción
Como para todo hay excepciones, creo que pueden encontrarse casos en los que traducir ayude a aprender. Por ejemplo, en el caso de personas que trabajen con cuestiones técnicas, y necesiten aprender vocabulario específico.
En líneas generales, ya sea por la persona, la circunstancia, la necesidad, el azar o lo que sea, existe siempre alguna posibilidad de aprender o de que algo sirva, solamente que no es lo más probable ni recomendable.
Por ejemplo:
La excepción bis
Yo podría, de alguna manera, ser la excepción. Yo aprendí traduciendo, pero no lo recomiendo. A mis tiernos doce años descubrí el rock, y tuve ganas de saber qué decían las letras de las bandas que me gustaban (Guns ‘n’ Roses, Ramones, Iron Maiden, The Beatles, etc.). No había internet, y a duras penas había cómo conseguir letras de las canciones, todo era intentar escuchar y entender, y estaba difícil, porque yo sabía poco inglés. Un día mi papá me consiguió un librito que tenía letras de canciones en inglés y en castellano de los Ramones. Algo aprendí, aunque «el salto Blitzkrieg» no sea la mejor traducción posible. Un tiempo después encontré que un amigo con plata tenía los CDs de Guns ‘n’ Roses, y traían las letras. Saqué fotocopias, y me hice de un diccionario Cuyás inglés-castellano, y me dispuse a traducir. Traduje y traduje, y en algún lado puede que todavía conserve esas hojas cuadriculadas con las letras «en castellano» de los Use your illusion I & II. Era pésimas, de más está decirlo. Pero aprendí, es cierto que aprendí. Aprendí que me gustaba el inglés, y la música, y algunas letras, y otras no, y que muchas cosas no entendía, o estaban claramente mal (nunca pude entender Double Talkin’ Jive). Aprendí palabras y algo de gramática, no sé, algo sin dudas aprendí. Pero no se lo recomendaría a nadie. Había y hay métodos y maneras y herramientas y técnicas mejores para aprender inglés, yo no le recomendaría a nadie que haga lo que yo hice. Lo hice porque tenía doce años, porque no tenía más recursos, porque tenía tiempo y curiosidad y energía, y porque ni siquiera quería aprender inglés, solamente saber qué decían esas letras. Aprender inglés fue, honestamente, un efecto secundario.
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Los traductores de carne y hueso
No lo dije antes porque es obvio, pero todo esto refiere a herramientas de traducción automática (generalmente online) en manos de estudiantes de la lengua. No tiene nada que ver con el trabajo de traducción que hacen las personas, los humanos capacitados y preparados, conocedores y criteriosos, que utilizan estas y otras herramientas, como el matemático usa una calculadora o una computadora, no por necesidad o ignorancia, sino por mera comodidad o preferencia.
Y es que además de ser obvio, esto es importante, porque el/la profesional de la traducción realiza un trabajo que, además de ser muy complicado y valioso, es diferente. No es lo mismo ser usuario, conocedor, o incluso nativo de dos idiomas, que ser un buen traductor/a.
Las destrezas y estructuras mentales que necesita y desarrolla quien traduce son diferentes de aquellas que necesita y desarrolla un usuario, un estudiante, un nativo. Al traductor puede enseñarle usar estas herramientas, porque es lo que intenta poder hacer. A quien quiere poder aprender a entender y utilizar la lengua, estas herramientas no le ayudan mucho, y en ocasiones casi lo contrario, se le meten en el medio del proceso de aprendizaje.
La AI
Hoy en día es inevitable mencionar el rol de la AI en enseñanza, aprendizaje, traducción, y casi cualquier cosa. El principio rector, me parece, es el mismo: es una gran herramienta, que debería usar quién, cómo y cuándo corresponda, y nada más.
Si ayuda a aprender, adelante. Si no, pues no. Y si no estamos seguros, es cuestión de probar y ver. Lo que sí es cierto es que todo aquello que le pido a la AI que haga, no lo estoy haciendo yo, y es difícil aprender de lo que otros hacen y yo solo miro.
Las traducciones son cada vez mejores, y herramientas de AI o cercanas son cada vez más rápidas, acertadas, cómodas, útiles, etc., pero que no se nos escape la tortuga, que si ponemos a la AI a hacer nuestro trabajo, no sólo no vamos a aprender mucho, sino que no vamos a saber qué hacer un día si —¡Dios no lo permita!— no tenemos la AI disponible.
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Conclusión
Yo te diría que si querés aprender inglés, en lo posible te mantengas lejos de los traductores. A veces pueden servir, en algunas ocasiones son inevitables, y siempre es cierto que cada persona es un mundo. Pero como herramienta para aprender a usar un idioma, el traductor es pobre, y a veces, incluso, un obstáculo.
Si un día te encontrás en la necesidad, por tu nivel de inglés, de usar un traductor para salir del paso, adelante, pero no esperes que eso te ayude a aprender, solamente te resuelve el problema hoy.
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